Noviembre 20 de 2007
En días de abulia, Primitivo no salía de su celda monacal, porque los perros del barrio sacaban diariamente a sus dueños y los dueños aprovechaban para cagar al aire libre y dejaban su mierda en la calle sin pensar en los pájaros. El aire libre, por su parte, se ponía negro de coraje cuando los vecinos pisaban hasta el fondo el acelerador de los coches estacionados o activaban sus alarmas para hacer ambiente. "Miserables de alma", pensaba Primitivo. "Almas de miseria. ¡Ojalá que se los trague el escusado!" Y miraba a través de la ventana cómo los árboles se quedaban calvos y el tiempo verde se desteñía paulatinamente hasta quedar amarillo y después oscurecía como grano de café.
Una iguana subía por las paredes exteriores del edificio, igual que Drácula en su castillo, mientras una rata con plumas chillaba como cerdo en la azotea, y el vendaval del invierno hacía una cola de papalote con la ropa tendida, y los pájaros se estrellaban contra los vidrios, y al cielo se le rompía la fuente, y llovía. El llanto escampaba cuando amainaba el odio, pero un murciélago solitario seguía golpeando el vidrio de la ventana, como pidiendo permiso para entrar. Entonces Primitivo imaginaba al pálido niño que flotaba en la niebla y hacía toc toc toc con las puntas de los dedos en La Noche del Vampiro... "Ábreme, tengo frío, tengo hambre, déjame pasar".
Primitivo abría la alacena, pero en lugar de frijoles y lentejas no quedaban más que telarañas. Dentro del refrigerador descompuesto, los ratones habían hecho agujeros en el queso y por los agujeros iban y venían tristes recuerdos de la infancia y pútridos olores a olvido y soledad.
Octubre 30 de 2007
He vuelto a ver Zodiaco, del director de video clips y anuncios comerciales, David Fincher. Lo hice para quitarme el sabor que me dejaron Roman Polanski y David Linch, el primero con El pianista y Oliver Twist, después de muchas otras (de hecho, casi todas), y el segundo con Mulholland Drive, en donde trabaja Naomi Watts, que además de estar fea, no sabe actuar. Polanski y Linch deberían dedicarse a otra cosa mejor, igual que Naomi... Fincher, en cambio, es un genio, sobre todo como director de actores, tanto que Mark Ruffalo aprende a actuar con esta película; empieza hablando con una voz más débil que la de Quentin Tarantino (que de por sí está canijo), asume actitudes corporales un poco afeminadas, y su personaje, el inspector Toschi, trata de hacerse el gracioso pidiéndoles a todos galletas de animalitos, además de usar una corbata de moño como la de Sergio Sarmiento (el de la corbata de moño); pero hacia el final de la película parece que hubiera madurado y expresa una gran frustración cuando no puede resolver el caso de Zodiaco, un asesino serial que primero lo hace famoso, después resulta más astuto y termina burlándose de todos.
Quizá el arribo a la madurez ocurre cuando Paul Avery, el reportero alcohólico y drogadicto (conste que no dije homosexual) del diario San Francisco Chronicle, al cubrir el mismo caso, decide jugarles sucio a Toschi y su compañero Armstron (Anthony Edwards). Robert Downey Jr. en el papel del periodista decadente es simplemente insufrible (camina como si tuviera almorranas, por ejemplo, aunque eso es lo de menos), pero gracias al genio de Fincher, su presencia se hace cada vez más esporádica hasta desaparecer de plano, afortunadamente. A Jake Gyllenhaal, en cambio, puede uno tolerarlo durante los 160 minutos que dura la película sin sufrir demasiados trastornos estomacales. Lo que no entiendo es por qué su personaje, Robert Graysmith, es autor del libro en que está basada la película y los créditos iniciales dicen que el libro es una novela. ¿Es una "novela de no-ficción", como las de Truman Capote, y además autobiográfica? No muy entiendo. Por favor, explíquemelo alguien, que tampoco pienso leer más al respecto... al menos por ahora.
La única que actúa bien de principio a fin es Chloë Sevigny en el papel secundario de Melanie, la esposa de Graysmith.
Por mencionar otras fallas importantes, los personajes no envejecen en 24 años, que es el lapso de tiempo que abarca la película. El hallazgo del reportero es tan confuso que, al parecer, se trata de una estratagema para que todo resulte más "interesante". La secuencia de la mujer que escapa y salva a su nonato del asesino es francamente infame, además de contener un error técnico (de continuidad, como dicen los expertos), pues el llanto del bebé no coincide con el bebé (o sea, el audio con la imagen). De hecho, errores como ese hay por lo menos diez en toda la película. Aun así, además de elogios, no he leído críticas en ningún lado.
En su momento, Se7en, del mismo director, también fue objeto de puro elogio. Personalmente, me pareció una película oportunista y morbosa, además de confirmar la mediocridad de Brad Pitt. Entonces era relativamente reciente el éxito de El silencio de los inocentes (como fue titulada en América Latina), de Jonathan Demme, una buena película, esa sí, tanto por las excelentes actuaciones como por su guión perfecto, principalmente. Y Se7en pretendía reproducir la fórmula, pero...
Más allá de los aspectos técnicos, el tema de Zodiaco se presta para una pequeña reflexión. En una entrevista, Fincher dice que mostró el cartel de Harry el sucio para distinguir entre realidad y ficción (Zodiaco está basada en hechos reales y Harry el sucio es ficción, se entiende). Sin embargo, la cinta se apoya en una escala valorativa de la que difícilmente escapan los gringos. Aunque la descoordinación de las policías locales y la ineptitud terminal son mostradas abiertamente, la corrección moral de los inspectores Toschi y Armstron es conmovedora. Eso no ocurre más que en las películas, sobre todo gringas, donde los héroes son policías. El héroe, por llamarlo así, es aquí un caricaturista, por su obstinado seguimiento del caso, pero los periodistas siempre son mostrados como alcohólicos, drogadictos, enfermos también de un pragmatismo individualista, inescrupuloso, deshonesto (conste que no dije homosexuales), equivalente a la degradación. Y efectivamente, muchos lo son, pero en la vida real no hay gremio más sórdido (corrupto y destructivo, entre otras cosas), ni más representativo de la miseria humana, que la policía, de donde los gringos sacan siempre a sus pequeños héroes, y en ese sentido esta película no es del todo una excepción.
Si el paradigma de Clint Eastwood tenía voz de Tarantino venido a menos, modales afeminados y corbata de moño, además de pasársela pidiendo galletas de animalitos, es lo de menos. Lo importante es que la policía, o sea, la máxima institución entre los valores gringos (después de la sagrada familia, claro), fracasó vergonzosamente en el caso del Asesino del Zodiaco. A raíz de la cinta de Fincher, la policía de San Francisco lo reabrió. Ya veremos ahora... porque no es lo mismo Harry el sucio que cuarenta años después.
Por lo pronto, sentado detrás de mí, estaba el asesino del Zodíaco, pateando mi asiento. Sentado por doquier, el asesino se reía de todo y, peor aún, de nada. El asesino estaba también en el cuarto de proyección, mientras la imagen se desenfocaba y él no hacía nada al respecto, en la Cineteca Nacional, por cierto, donde redujeron el ciclo de Polanski al imperdonable tedio de ver manchas borrosas y escuchar gis (hasta en mi computadora se puede apreciar mejor el cine). Yo, mientras tanto, recordaba que una mujer encantadora de nombre Amelie, a los 23 años de edad, iba al cine para ver las caras del público en la penumbra. A los 42 años, con un hígado inmenso, yo soy la antítesis de esa mujer, pensé... antes de convertirme también en el asesino del Zodiaco.
Octubre 28 de 2007
He visto Zodiaco (2007), de David Fincher. Algo me recordó a Capote (2005), de Bennett Miller. En Capote, un asesino condenado a muerte comenta que ha donado sus órganos. "Un día de estos -le dice a Truman Capote- alguien te verá con estos ojos en la calle". Quizá no sea textual, pero la idea me impresionó tanto que salí del cine pensando en ella y, dos años después, era lo único que recordaba de la película. Lo demás lo había olvidado, aparentemente, hasta hace unas horas, que sus similitudes con Zodiaco (cinta que además coincide con la reapertura en la vida real del caso al que se refiere) me lo recordaron. Capote fue un periodista y escritor homosexual, alcohólico y drogadicto, por ejemplo, como uno de los reporteros que cubren el caso del Asesino del Zodiaco a fines de los sesenta y principios de la década siguiente. El caricaturista que, años después, escribe el primer libro al respecto (en el que se basa la película, por cierto), según la personalidad que le confiere el actor principal (el mismo de Secreto en la montaña, de Ang Lee, sobre un romance entre dos vaqueros), también es homosexual. El detective que investiga el caso hasta fracasar definitivamente, por lo menos habla como homosexual. El asesino serial que los obsesiona es un "homosexual latente", al decir del reportero alcohólico y drogadicto, así como "un pervertido", según el eufemismo que usa la policía para referirse a su pedofilia.
Esta película me recordó también a El buen pastor (2006), solo por el hecho de que su director, Robert de Niro, "denuncia" los antecedentes homosexuales de la CIA y parece que saliera del closet él mismo. Por su intrigante rebuscamiento, la asocié además con El Código Da Vinci (2006), de Ron Howard, que redunda en suficientes conspiraciones como para que el espectador termine cansado y aburrido, agobiado por el tedio al cabo de casi tres horas sentado. Las tres películas tienen esa característica en común, aunque en El Código... no campea tanto la homosexualidad como en las otras dos, y acaso la única diferencia entre ellas y Capote, en cuanto a las inclinaciones sexuales de los personajes, sea el abierto reconocimiento en este caso y la tímida insinuación en los otros dos (Zodiaco y El buen pastor). Suele ocurrir que actuaciones tan grisáceas como las de estas dos películas acaban representando, quizá involuntariamente, a personajes homosexuales o por lo menos ambiguos (a veces parecen más bien retrasados mentales). Lo curioso, en estos casos, es que todos los personajes con esa tendencia tienen una vida conyugal en apariencia "normal". ¿Por qué? ¿Por hipocresía deliberadamente actuada o debilidad actoral? Lo cierto es que Zodiaco, en particular, transmite la sensación de que los actores están tensos al principio y no pueden desenvolverse con soltura, lo que no sucede hacia el final, cuando los personajes se comportan con más naturalidad...
Pero la película me recordó a Capote, principalmente, más que a El buen pastor, el segundo trabajo de Robert de Niro como director. Capote, el primer largometraje del hasta entonces documentalista Bennett Miller, está basado en el libro Capote, una biografía, de Gerald Clarke, y trata sobre un capítulo de la vida del periodista y escritor gringo, a saber, la historia de su novela A sangre fría, que narra a su vez el asesinato de una familia en Kansas, según el testimonio de los propios asesinos. A sangre fría, precedente del llamado nuevo periodismo en Estados Unidos (que considera como "periodismo narrativo" al subgénero bautizado por su autor como "novela de no ficción"), había inspirado una película con el mismo título en 1967, dirigida y producida por Richard Brooks.
Zodiaco, por su parte, dirigida por un realizador de video clips y cintas como Alien 3 (1992), Se7en (1995) y El club de la pelea (1999), está basada en los libros de Robert Graysmith, Zodiac y Zodiac Unmasked, así como en una investigación propia de los realizadores (el director, el guionista y el productor) que duró un año y medio; pequeña diferencia con Capote, que fue filmada en 36 días, aunque la novela fue publicada en 1966, tras cinco años de investigación.
Como el referido asesinato de una familia en Kansas, aunque la ineptitud de la policía de San Francisco es de antología, el oscuro caso del Asesino del Zodiaco había inspirado una película en 1972: Dirty Harry o Harry el sucio, de Don Siegel, cuyo personaje no es homosexual, por cierto. ¿Cómo olvidar a Clint Eastwood en su emblemático papel de Macho Callahan setentero? Nada que ver con Zodiaco, ni con el boy scout, primero convertido en cartonista y después en escritor de best sellers, ahora interpretado por el actor de personalidad débil Jake Gyllenhaal (no es gratuito que a su personaje lo apodaran "El Tarado" en la vida real). El Asesino del Zodiaco debió de reírse mucho con Harry el sucio. Me pregunto si habrá visto Zodiaco.
Octubre 16 de 2007
Luna que te canto (divertimento)
En vez de contestarles a quienes me escriben, les escribo a quienes no contestan. Por eso quiero dedicar la siguiente canción de mi repetitorio al grupo Trova del Sol, que no por ser del sol deja de cantar a la luna, además de ser mis amigos y soldados de primera línea en la guerra contra la guerra, bajo el sol y la luna, llueva o no lluevan estrellas. Además, esta noche, la luna es una sonrisa ladeada y socarrona como la de Ziyi Zhang, y la luna onírica, luna duende que duerme en el espejo de media luna, tiene cola de trapo y, como títere invertido, pende de un hilo que alguien sostiene desde la tierra, al cabo cada quien es libre de hacer con su luna un papalote.
Luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad, yo quiero luz de luna para mi noche triste, si llevo tus cadenas a rastras en mi noche tibia y callada de Veracruz, noche de ronda, que sea plenilunada, azul como ninguna, qué triste pasas, qué triste cruzas por mi balcón, pues desde que te fuiste no he tenido luz de luna... Yo nací con la luna de plata y nací con alma de pirata, la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo y cara de malo... ¿Qué? ¿No era así? ¡Perdón!
Entonces la luna vino a la fragua con su polisón de nardos, el cara de niño la mira, ¡mira cómo la mira!, ¡mira que a la luna se le ve el ombligo! ¡Qué genial! ¿Por qué la luna es blancura que engorda como adelgaza y todo lo que me gusta es inmoral, ilegal o engorda? ¿Por que la luna de miel no es de queso, sino de miel? ¿No empalaga? Y mientras Sabines la toma a cucharadas, Sabina le levanta la falda y Serrat le pregunta a qué horas va por el pan... ¿Qué? ¿Tampoco era así?
Yo no le canto a la luna, como Atahualpa Yupanqui, luna de la soledad; le canto a quienes le cantan, como Atahualpa Yupanqui, porque yo no sé cantar (más bien yo también tampoco). He visto a la luna buena, como Atahualpa Yupanqui, besando el cañaveral.
Plenilunio, inmensa perla que acecha la inmensidad del mar, luz que ilumina mi sueño desde la playa hasta la selva, rumor en el insomnio que inspira mis delirios... Los gatos fornican en noches de plenilunio. ¿Cuántas veces hay que decirlo? ¡Claro que ninguna! Claro de luna, oscuro de sol, pirámide del eclipse... Luna nueva que tiene apenas la edad del tiempo, luna llena de leyenda que propicia la transformación del hombre lobo en mujer (una buena depilación y ya está). Cuarto creciente al dormir, cuarto menguante al despertar. ¿En dónde quedaron los aretes que le faltan a la luna lunera y en dónde sus cascabeles? ¿Dónde está mi calcetín y dónde tu media de ceda, dónde mi calzón y dónde tu pantaleta? ¿Qué fue de la serpiente y la pandereta? ¿A dónde fueron a dar las hojas del árbol en otoño y las del calendario en invierno? ¿Te había dicho que prefiero la guerra contigo a la paz sin tu lunar?
La luna es una película de Bertolucci. Luna de día es una canción de Serrat. El lado oscuro de la luna es un clásico de Pink Floyd. Luna de abril es una rola de Spinetta. Luna de mayo es una vieja película alemana. Las de junio y julio siguen en proyecto. Luna de agosto es española. Pero de todas las lunas, la de octubre es la más chida, la más alivianada, me cae. Luna de miel para tres es una comedia gringa, y luna amarga, según Polanski, es lo contrario a luna de miel. Luna de Avellaneda es una película argentina, y la luna en el espejo es chilena. Luneta la neta es como llaman a la luna algunos punketos y darketos. Gajo de luna que ríe no es película ni canción, ni verso de ningún poema, pero suena bien... ¡a poco no!
Por último, si antes y después de la luna llena hay luna vacía, yo nunca la he visto, se los aseguro; he visto lunas vaciadas, eso sí, pero vacías... La luna llena estimula a brujas y asesinos, filósofos y vestidas, entre otros seres lunáticos y quiméricos. Las bitácoras y los diarios, como una mujer desnuda, tienen su propia luz y, en casos muy especiales, su propia luna.
En fin. Eso es todo por hoy.
Saludos.
PD. No supe qué hacer con la palabra bruma... ni con lunajero. Serán para la próxima.
Octubre 14 de 2007
Luna que te cuento (al pie de la eternidad)
Érase una luna de pálido rostro y gélida piel, que había muerto de aburrimiento en su soledad hacía miles de millones de milenios, cuando el tiempo era niño todavía y no sabía caminar, y desde entonces bebía cada noche la sangre derramada en la tierra bajo su lunático influjo por asesinos como los poetas suicidas que son una especie de asesinos en extinción, y aunque no brillaba con luz propia, inspiraba poemas como el de que nadie come naranjas bajo la luna llena y canciones como la del sapo de la noche, sapo cancionero, ¿no sabes acaso que la luna es fría porque dio su sangre para las estrellas?, y películas como el viaje a la luna y de ahí a la eternidad... y cuentos delirantes como el que estás leyendo.
Érase una noche de luna llena, como todas las noches de lobos que aúllan en el bosque y gatos que maúllan en la ciudad, muertos que murmuran bajo tierra y brujas que arrullan a los lobos y los gatos y los muertos, y esos arrullos y murmullos, aullidos y maullidos, eran música para los oídos del vampiro que podía verlo todo en la oscuridad, inclusive a la luna cuando estaba vacía porque no había luz que reflejar, luna vacía de vida alguna, luna llena de oquedad, luna negra, luna sin sangre, luna con leucemia, luna muerta, luna sin alma y sin reflejo en el espejo ni en el estanque de agua.
Érase un reflejo del sol en la luna y un espejo reflejado en la laguna, o séase, una luna ilusión, luna visión, luna espejismo, hoyo blanco en el cielo de la noche hacia el abismo, creación de la mirada en el remanso, luna de nieve imaginaria en la árida soledad del desierto, luna poblada para siempre de profundo silencio, luna de imagen trémula que se desvanecía como un halo de tenue luz en el agua cada vez que un sapo se zambullía y la cegaba.
Érase un espejo de media luna que reflejaba la mitad de la noche y soñaba la otra mitad, un espejo sombrío y abrumado por nubes como velos de una luna desvelada porque el viento la desnudaba y no porque pasara la noche en vela...
Érase una luna bastante perruna y un final feliz. Fin del cuento. Dije fin.